Si bien el estudio publicado, tiene ya unos años, no por eso, muchos de los puntos del mismo, carecen de interés académico y pueden ser el inicio de una profundización del mismo.
El maltrato a los animales comprende una gama de comportamientos que causan
dolor innecesario, sufrimiento o estrés al animal, que van desde la negligencia
en los cuidados básicos hasta el asesinato malicioso e intencional.
Cada
año, un elevado número de animales son víctimas de maltratos indirectos
(negligencia en los cuidados básicos: omisión en la provisión de refugio,
alimentación y/o atención veterinaria adecuada) o de maltratos directos (omisión
intencional de proporcionar los cuidados básicos o tortura, mutilación o
asesinato malicioso del animal).
El mencionado abuso es un problema
social de grandes dimensiones que no solo afecta a aquellos animales víctimas de
esta violencia sino a todos los miembros de nuestra sociedad.
En primer
lugar, sus víctimas son seres sensibles capaces de experimentar dolor,
sufrimiento y estrés . La ansiedad es una causa importante generadora de dolor,
estrés y por lo tanto, de sufrimiento. En este sentido, Gray proporciono un
fuerte argumento a favor de la existente similitud entre la ansiedad en humanos
y en animales. Los resultados obtenidos en sus estudios de distintas drogas
indican que un estado emocional, análogo a la ansiedad humana, ocurre también en
los mamíferos.
En segundo lugar, la condición de inferioridad que poseen
los animales en nuestra sociedad, nos hace aun más responsables de su bienestar.
Según Aristóteles , el universo esta dispuesto de acuerdo a una jerarquía
racional. Aquellos seres racionales –los hombres- ocupan los niveles superiores
en la jerarquía y, por lo tanto, tienen el derecho de reinar sobre los seres que
se encuentran por debajo de ellos.
A pesar de que las distintas partes
de la jerarquía del universo son desiguales, todas y cada una de ellas son
esenciales para el adecuado funcionamiento del universo. El perjuicio de una
parte de la jerarquía acarrea consigo consecuencias negativas para el todo. Por
lo tanto, la supremacía del hombre trae aparejada una obligación, una
responsabilidad, que es la de cumplir con la función de guardián de las especies
inferiores a el.
Esta línea de pensamiento propone que los animales no
son iguales que los hombres y, por lo tanto, no deben ser tratados como tales.
Sin embargo, esto de ninguna manera implica que el hombre tiene derecho a
maltratar a los animales, sino que debe cumplir su función de guardián a fin de
que todas las partes de la jerarquía del universo coexistan libres de males .
Por lo tanto, aun la teoría más tradicional que sostiene la supremacía del
hombre sobre los animales, requiere la provisión de un trato adecuado y
humanitario hacia ellos.
En tercer lugar, la literatura psicológica,
sociológica y criminológica extranjera ha estado analizando la idea de que el
maltrato a los animales esta íntimamente vinculado a la violencia interpersonal
. Según estos estudios, que se vienen realizando desde hace más de treinta años,
la gran mayoría de los abusadores comparten una historia de castigo parental
brutal y rechazo, crueldad hacia los animales y violencia contra personas.
El psiquiatra Alan Felthous, junto con otros colegas, ha identificado
una tríada constituida por el abuso físico por parte de los padres, crueldad
hacia los animales, y violencia hacia las personas. En gran parte, los estudios
basados en el abuso animal y criminología adulta, muestran que las primeras
instancias de crueldad hacia los animales tienen lugar temprano en la vida del
abusador. Según la antropóloga, Margaret Mead (1964), “Una de las cosas más
peligrosas que le puede pasar a un niño es matar o torturar a un animal y
salirse con la suya.”
Casi todos los niños jóvenes atraviesan una etapa
de crueldad “inocente”, en la cuál pueden lastimar insectos u otros animales
pequeños en el proceso de explorar el mundo y descubrir sus habilidades. La
mayoría de los niños, sin embargo, con la guía adecuada de los padres y
maestros, se tornan sensibles al hecho de que los animales pueden sentir dolor y
sufrir. Algunos, sin embargo, parecen quedarse encerrados en un patrón de
crueldad que generalmente va escalando con la edad y se manifiesta en la adultez
en la forma de violencia hacia las personas.
Debido a que el maltrato
hacia los animales constituye un aviso sobre la posible existencia de otras
formas de violencia y que la malicia a seres capaces de experimentar dolor y
estrés es inaceptable en una sociedad civilizada, la presente investigación se
propone analizar el problema de la crueldad hacia los animales y su vinculación
con la violencia interpersonal. Este estudio tiene dos objetos específicos para
los cuales se realizaron dos investigaciones distintas. El primer objetivo
pretende caracterizar la crueldad hacia los animales, identificando quienes son
las víctimas más comunes, los ofensores y que tipo de crueldades se cometen a
fin de determinar tendencias o factores que podrían contribuir a este tipo de
violencia. El segundo objetivo es analizar el posible vínculo existente entre la
crueldad a los animales y otros tipos de violencia interpersonal.
1.1. Primera Investigación
Existen varios estudios
realizados en el exterior destinados a caracterizar casos de crueldad hacia los
animales. En efecto, un estudio realizado en los Estados Unidos de Norteamérica
en 1993 encontró que 74% de los casos que fueron investigados por la justicia
comprendieron a animales de compañía. Los perros y caballos fueron- con mayor
frecuencia- víctimas de malos tratos indirectos (negligencia en los cuidados
básicos: omisión de proporcionar alimento, refugio y atención veterinaria)
mientras que los gatos fueron más propensos a ser abandonados.
Asimismo,
los resultados del estudio determinaron que los hombres tienen el doble de
probabilidades de maltratar a los animales y que las mujeres son más propensas a
abandonarlos. En la mayoría de los casos, los ofensores estaban desocupados.
Otro estudio , también realizado en Estados Unidos reportó que los animales de
compañía son los blancos más comunes de crueldad animal, con datos de crueldad
hacia los perros (76% de todos los casos de animales de compañía) mucho más
frecuente que la crueldad registrada contra gatos (19%). Asimismo, el estudio
encontró que el 12% de los casos de crueldad hacia los animales involucra
animales de granja, el 7% involucra animales silvestres y el 5% múltiples tipos
de animales. Con respecto al tipo de abuso que se ejerce sobre los animales, el
estudio informo que más de 57% de los casos analizados fueron caracterizados
como abuso intencional o tortura, 31% involucraba negligencia extrema incluyendo
hambruna y falta de cuidados, y 12% comprendían tanto negligencia como abuso.
En casos de crueldad intencional, las ofensas más comunes incluyeron
balear, pegar, patear, acuchillar, tirar, quemar, ahogar, colgar, envenenar,
abusar sexualmente y/o mutilar a los animales.
A pesar de la existencia
de las investigaciones mencionadas, no existen en la Argentina estudios basados
en datos extraídos de casos de crueldad ocurridos en nuestro país. Por lo tanto,
la primera investigación pretende llenar esta laguna de información,
proporcionando las estadísticas extraídas de casos nacionales de violencia a los
animales.
Caracterizar a aquellas personas que inflingen malos tratos a
los animales, determinar que tipo de animales son más propicios a ser víctimas y
analizar la naturaleza de esta violencia constituyen el primer paso para una
seria consideración del maltrato a los animales por parte de los integrantes de
nuestra sociedad y el consecuente desarrollo de estrategias para infundir un
mayor respeto hacia ellos. Asimismo, no existe en la Argentina una fuerte
conciencia social acerca del maltrato animal y, en consecuencia, sus testigos
tienden a no denunciar el hecho por falta de información o simplemente por
indiferencia. Este trabajo apunta a concienciar a la sociedad sobre este serio
problema.
1.2. Segunda Investigación
El objeto de la
segunda investigación de este trabajo es explorar la relación entre la crueldad
hacia los animales y otros tipos de violencia. Si bien el vínculo ha sido
ampliamente analizado en el extranjero, el tema no ha merecido similar atención
en nuestro país.
La posibilidad de la existencia de un vínculo entre la
crueldad hacia animales y la violencia personal ha sido apoyada por notorios
casos de adultos violentos. Por ejemplo, Albert DeSalvo, el confeso
Estrangulador de Boston que asesinó a trece mujeres en un año, solía atrapar
perros y gatos, encerrarlos en jaulas diminutas y dispararles flechas a través
de sus aberturas . Otro caso similar, es el de Jason Massey, quien en 1993
decapitó una niña de 13 años y disparó a su hermanastro de 14, comenzó su
“carrera” matando a gatos y perros. Un ejemplo más reciente es de Kip Kinkel, un
adolescente de 15 años que asesinó a sus padres y luego disparó y mató a 24
alumnos de su escuela en 1998 . La prensa informo que Kinkel poseía una historia
de violencia hacia los animales, habiendo decapitado gatos, diseccionando
ardillas vivas e “inflando” vacas.
Desde 1970 este vínculo ha sido
reconocido por la FBI, cuando del análisis de los casos de asesinos seriales
surgió que la mayoría de los ofensores poseían historias de crueldad hacia
animales perpetradas durante su infancia y adolescencia. Esto llevo a la FBI a
sostener que “la violencia a los animales es un fuerte indicador de violencia en
otros aspectos de la vida del ofensor” . Un estudio realizado por Felthous en
1979 halló que el 45% de los pacientes agresivos de un hospital psiquiátrico
informaron haber realizado crueldades hacia animales. Por el contrario,
solamente el 10% de los pacientes no agresivos del hospital reportaron haber
incurrido en malos tratos.
A partir de esto, Felthous concluyó que una
historia de actos de crueldad intencional hacia animales, podría ser útil en la
determinación de comportamientos agresivos del individuo que los comete. En un
estudio posterior, se encontró que el 25% de criminales agresivos reportó haber
cometido más de cinco actos de crueldad hacia animales, mientras que solamente
el 5% de los criminales no agresivos y el 0% de personas no criminales,
reportaron haber cometido tales actos de violencia . Un estudio realizado por
los psicólogos Americanos Merz-Perez, Hiede y Silverman halló una relación
estadísticamente significativa entre la crueldad a los animales durante la
infancia y la posterior violencia contra las personas.
A su vez, esta
investigación indicó que los detenidos por crímenes violentos fueron más
propensos a haber cometido actos de crueldad hacia sus mascotas durante la
infancia, que los acusados por crímenes no violentos.
Asimismo, varios
estudios de investigación han demostrado que existe una relación entre la
violencia familiar y el maltrato animal. Una encuesta realizada en 1997 en los
50 refugios de mujeres golpeadas mas importantes de los Estados Unidos de
Norteamérica reveló que 85% de las mujeres y 63% de los niños víctimas de
violencia doméstica discutieron incidentes de crueldad hacia sus mascotas por
parte del generador de la violencia en el hogar. Asimismo, existen trabajos de
investigación que han revelado que en un elevado porcentaje de casos de
violencia familiar los animales de compañía son también víctimas de maltratos y
violencia .
Similarmente, se han sostenido que algunos actos de crueldad
hacia los animales durante la infancia son una imitación de la violencia de la
cual el niño es víctima o testigo. Varios estudios identificaron la crueldad
extrema por parte de los padres como el elemento subyacente más común entre
aquellos individuos que abusan de animales. Como Erich Fromm revela en su
estudio “La anatomía de la destructibilidad humana” (1973) , las personas
sadistas tienden ellos mismos a ser víctimas de castigos terribles. Por ende, el
abusador de animales sadista fue una víctima de abuso físico extremo. Niños
severamente abusados, al no poseer la habilidad de empatizar con los
sufrimientos de los animales, descargan sus frustraciones y hostilidad sobre
animales con poco sentido de remordimiento.
Este abuso es un esfuerzo
para compensar por sentimientos de inferioridad y falta de poder. En este
sentido, un estudio realizado en 1999 reveló que los individuos con una historia
de crueldad hacia animales durante su infancia, habían sido castigados
físicamente más frecuentemente por sus padres que aquellos sin este historial.
Otro trabajo sugirió que el maltrato a animales por parte de un niño puede ser
explicado como un proceso por el cual estos inflingen violencia sobre sus
inocentes y débiles mascotas, que son vistos por ellos como humanos
“sustitutos”, imitando la violencia de la que son víctima.
En síntesis,
los trabajos mencionados anteriormente indican que existe una íntima relación
entre la crueldad hacia los animales y la violencia interpersonal (tanto dentro
como fuera del seno familiar). Aun más, el maltrato a animales puede ser un
indicador de la violencia padecida por el individuo y/o constituir una alerta de
violencia interpersonal futura. A pesar de la profusa literatura a favor del
vínculo, no existe en la Argentina ningún trabajo publicado que trate este tema.
Consiguientemente, y a fin de llenar este vació de información, el presente
tiene como objetivo explorar este tema.
A su vez, el análisis y posible
establecimiento del vínculo entre el maltrato hacia los animales y otros tipos
de violencia constituye otro motivo importante para considerar seriamente el
problema de la crueldad hacia animales en nuestro país. En última instancia,
esta investigación fomentará la colaboración activa entre organizaciones
protectoras de animales, veterinarios, organizaciones protectoras de víctimas de
violencia familiar, psiquiatras, psicólogos y la justicia penal en la resolución
y prevención de la violencia global en nuestra sociedad.
2.
Metodología
2.1. Primera Investigación
A fin de
llevar a cabo la primer parte del estudio, se analizaron las denuncias de
maltrato recibidas por la Fundación Argentina de Bienestar Animal (FABA) entre
1999 y principios de 2004. Consideramos que las mismas son representativas de
las denuncias recibidas por todas las organizaciones de protección animal,
debido al largo periodo durante el cual fueron recolectadas y por ser FABA una
organización de amplia difusión. Nuestro muestreo de denuncias consistió en 180
casos de crueldad hacia los animales. Cada una de las denuncias fue analizada,
clasificada y su información fue ingresada a una planilla de Excel. Una vez
ordenada toda la información, se realizaron los cálculos necesarios para la
obtención de los resultados.
2.2. Segunda Investigación
La segunda parte del trabajo, relacionado con el análisis del vínculo
existente entre la violencia hacia los animales y otras formas de violencia
interpersonal, fue abordado de dos maneras.
Por un lado, se realizó una
encuesta en las cárceles de Buenos Aires. El cuestionario fue una versión
modificada del Inventario de Trauma relacionado con Animales desarrollado por
Barbara Boat . Por medio del Servicio Penitenciario Federal, los cuestionarios
fueron repartidos entre las unidades penitenciarias número 2 (Instituto de
Detención de Capital Federal) número 3 (Instituto Correccional de Mujeres-
Ezeiza) y número 24 (Instituto Federal para Jóvenes Adultos- Marcos Paz). Estos
fueron introducidos mediante el área de educación de las diferentes unidades,
que consisten en talleres educativos a los que asisten los internos
periódicamente.
Se reservó un tiempo especial para el llenado de los
cuestionarios que fueron ofrecidos a los asistentes con la aclaración de que su
participación en la encuesta era absolutamente voluntaria. El cuestionario
consistió en diez preguntas cortas y simples, mayormente cerradas, con la
posibilidad de contestar SI/NO o con opciones para marcar lo que corresponda.
Solamente unas pocas preguntas fueron abiertas.
El cuestionario
consistió en preguntas sobre los siguientes temas: a) historia de tenencia y
relación con animales, b) historia de experiencias poco gratas con animales, c)
atestiguamiento de actos destinados a lastimar animales, d) comisión de actos
destinados a lastimar animales. Noventa y cuatro participantes devolvieron el
cuestionario completo. Los resultados fueron ingresados al programa estadístico
SPSS para ser analizados. Debido a que se trabajo con variables categóricas y
sus porcentajes el análisis fue abordado realizando tabulaciones cruzadas entre
variables, la prueba de chi-cuadrado para determinar asociaciones significativas
(P<0.05) y calculo de razones de ventajas o “odds ratio”.
Por otro lado,
a fin de estudiar más específicamente el vínculo entre el maltrato a los
animales y la violencia doméstica se realizaron entrevistas a profesionales
especialistas en violencia familiar.
Se trató de entrevistas cortas,
pero con preguntas totalmente abiertas donde se apuntó a hablar sobre las
experiencias tenidas al tratar con víctimas de violencia y más específicamente
sobre la aparición del maltrato a los animales domésticos en los distintos
casos. Se realizaron un total de nueve entrevistas a una psiquiatra, una
socióloga y siete psicólogas.
3. Resultados
3.1.
Primera Investigación
Del análisis de las denuncias de maltrato a
animales surge que las víctimas más comunes son los animales domésticos, siendo
el 88% de los casos de crueldad dirigidos hacia perros, gatos y conejos. Dentro
de este grupo de animales, los perros fueron los más representados, apareciendo
en el 66% de los casos, seguidos por los gatos (15%) y los conejos (1%). Los
caballos son las víctimas de maltratos que le siguen en popularidad a los
animales domésticos. Aparecieron en un 8% de los casos analizados. Los monos y
las vacas o bueyes fueron víctimas en un 2% de los casos cada uno y por último
los chanchos, pájaros, loros, gallos, lagartos y los animales salvajes
aparecieron solamente en un 1% de los casos cada uno.
Con respecto a los
ofensores, el análisis indico que el 60% de los autores de malos tratos son
hombres y el 40% mujeres. A contrario de lo que se esperaba y lo hallado por
otros estudios de este estilo, no existió una diferencia significativa entre el
sexo de los autores de violencias hacia los animales (P>0.05). Sin embargo,
esto puede deberse a la cantidad de denuncias en las que se omitió el sexo del
ofensor.
Dada la baja cantidad de datos, la diferencia en los
porcentajes resulto ser estadísticamente insignificativa. Por lo tanto, y en
atención a que existe una diferencia en el número de ofensores de sexo masculino
y femenino, no debería descartarse la posibilidad de que los hombres sean más
propensos a cometer actos de crueldad que las mujeres.
En cuanto a la
naturaleza de la crueldad, nuestro análisis indico que el 51,5% de los casos
fueron de malos tratos indirectos y el 48,5% de maltratos directos.
Los
maltratos indirectos comprenden la negligencia extrema en los cuidados básicos,
o en otras palabras, la omisión de proporcionar al animal de los cuidados
básicos, alimento, refugio y atención veterinaria adecuada. Por ejemplo, en
diciembre de 2002 se denunció la existencia de un perro macho de raza Siberian
Husky que era tenido por sus dueños en el balcón del departamento. El balcón
media aproximadamente un metro de ancho por tres de largo y aparentemente no fue
limpiado nunca, por lo que el perro vivía rodeado de sus propios excrementos. Al
momento de la denuncia estos cubrían la totalidad del piso del balcón con un
grosor de 3 centímetros.
Además, el perro no era alimentado y se lo
encontró en un estado de desnutrición grave. Otro caso típico es el del criadero
o veterinaria en donde se comercializan animales. Los perros, gatos y otros
animales están expuestos en jaulas diminutas, al sol (sin refugio), con una
alimentación pobre, sin agua, en un estado de higiene deplorable y obviamente
sin atención veterinaria alguna. Este tipo de crueldad estuvo presente en el 66%
de los casos de maltrato indirecto.
Asimismo, comprenden el grupo de malos
tratos indirectos los casos de abandono, ya sea simple abandono en la vía
pública o en algún lugar cerrado. El simple abandono apareció en un 17% de los
casos. Por ejemplo, en julio de 2003 se denunció el abandono de una perra ciega
en la Escuela Técnica Nro. 34 Ing. E. M. Hermitte de Capital Federal.
Naturalmente, los casos de abandono en “lugar cerrado” son notablemente más
graves puesto que además de colocar al animal es una situación de desamparo, se
lo priva de la posibilidad de valerse por si mismo, siendo el resultado más
común la muerte por inanición. Por ejemplo, en un caso ocurrido en agosto de
2003 se denunció el abandono de un perro en una terraza.
Los ocupantes
de la casa se mudaron y dejaron al perro atado dentro de la misma. El perro
murió de desnutrición y fue descubierto por un vecino debido al mal olor
expedido por el cuerpo del animal. Este tipo de crueldad estuvo presente en el
17% de los casos de maltrato indirecto.
Tal como mencionamos anteriormente,
los maltratos directos aparecieron el 48,5% de los casos. Dentro de esta
categoría, se incluyeron los casos de malos tratos “puros” (60%) y los casos de
envenenamiento intencional (12%). Asimismo, hemos considerado como maltratos
directos a las riñas de perros (4%) y la crueldades en espectáculos públicos o
fiestas tradicionales (6%).
Los malos tratos puros incluyen someter al
animal a sufrimientos innecesarios causados por “eutanasias” con métodos
dolorosos, pateaduras, golpes, quemaduras u otro tipo de acciones que le
provoquen daños y sufrimientos al animal, como por ejemplo el ser atrapados,
ahorcados o violados. Entre los casos más comunes encontramos al caso denunciado
en Agosto de 2003 en el que un empleado del supermercado Easy de la localidad de
Lugano azotó y pateó a un gato en frente de todos sus compañeros de trabajo,
quienes festejaban el espectáculo.
El gato murió por los traumatismos
causados. Otro caso típico es el del vecino que golpeaba brutalmente a su perro
y fue descubierto debido a los aullidos de dolor que el perro emitía por las
noches y las suplicas desesperadas del hijo del ofensor a fin de que este deje
de pegarle al animal. Aproximadamente el 40% de los casos analizados fueron de
esta naturaleza. Entre los menos frecuentes encontramos al de los cachorros que
fueron pegados con la gotita a la altura de la panza y dejados en la vía pública
en ese estado, el de la perra que fue enterrada viva, o el del perro cuyas patas
y cabeza fueron mutilados cuando éste aun estaba con vida. Aunque cueste creerlo
el 4% de los casos lo conforman violaciones contra perros machos y hembras.
Este tipo de violencia fue corroborada en uno de los casos por un medico
veterinario, quien se expidió afirmando que “el canino, macho, mestizo de
aproximadamente 14 años, el cual presentaba un presentaba un muy mal estado
general, caquexia, depresión del sensorio, ataxia del tren posterior, lo cual le
impedía caminar… La herida en la zona anal presentaba una gran miasis (larvas de
moscas) de por lo menos 5 a 7 días de vida. La herida correspondía a la pérdida
de parte del esfínter anal, el cual estaba literalmente comido por los
parásitos…. Las heridas encontradas en la zona anal y perianal, no pudieron
surgir de un hecho accidental, sino de la saña de algún o algunos humanos. Al
hacer un control más detallado se pudo evaluar que el ano de dicho canino fue
traumatizado con algún elemento romo que penetró y rompió todas las fibras del
esfínter anal.”
Es importante destacar que varios de los casos presentaron
crueldades de diversa naturaleza. Es decir, hubieron varios casos en que el
animal fue víctima no solo de un maltrato indirecto, sino también de un maltrato
directo. Por ejemplo, el caso del perro que fue abandonado por sus dueños en la
vía pública (maltrato indirecto).
Como el animal permaneció vagando por
las calles cercanas a su antiguo hogar, su dueña lo pateaba brutalmente a fin de
que el perro se alejara de la zona (maltrato directo). A su vez, existen casos
de maltrato directo que presentan elementos de varios tipos de crueldades, como
por ejemplo el caso de un perro cuyo ojo fue quemado y que recibía a su vez
múltiples patadas y golpes.
En síntesis, las víctimas de crueldades más
comunes son los animales domésticos o de compañía. Dentro de esta categoría, los
perros son las víctimas más comunes (66%), seguidos por los gatos (15%). Los
equinos son las víctimas que le siguen en popularidad a los perros y gatos,
representados en un 8% de los casos. En cuanto a la naturaleza de los malos
tratos, la incidencia de malos tratos indirectos y directos fue aproximadamente
la misma (51,5% para los primeros y 48,5% para los segundos). Entre los
distintos tipos de malos tratos indirectos, la omisión de cuidados básicos,
alimento, refugio y atención veterinaria es el maltrato más común, seguido por
el abandono. Entre los distintos tipos de malos tratos directos, los malos
tratos “puros” (pateaduras, golpes y etc.) son los más comunes (60%), seguidos
por el envenenamiento intencional (12%), las crueldades en fiestas populares
(6%) y por ultimo las peleas de perros (4%).
3.2. Segunda
Investigación
3.2.1. Encuestas en cárceles de Buenos Aires
De los 100 cuestionarios repartidos en tres de las unidades
penitenciarias de Buenos Aires, 94 fueron seleccionados para ser analizados. El
resto fue descartado por estar incompletos.
La mayoría de los participantes
fueron de sexo masculino (69.8%) y el rango de edad más representado fue de
18-21 años, seguido por participantes de 22 a 30 años de edad, luego los de 31 a
36 y por último los participantes mayores a 36 años.
Los participantes
informaron estar imputados de los delitos de hurto, robo, robo con arma,
estupefacientes, secuestro extorsivo, lesiones y homicidio. Estos fueron
clasificados según su naturaleza en delitos violentos (secuestro extorsivo,
lesiones y homicidio) y delitos no violentos (hurto, robo, robo con arma,
estupefacientes). Algunos participantes expresaron estar acusados de más de un
delito. En estos casos, se tomo en cuenta el delito más violento. De este modo,
la muestra quedo dividida en dos grupos distintos: violentos y no violentos. El
grupo violento se compuso de 32 casos (34.4%) y el no violento de 62 (65.6%).
Prácticamente la totalidad de los participantes reportaron haber tenido
una o más mascotas en el pasado (97.7%) y el 65.7% de los participantes reportó
poseer actualmente una o más mascotas. Los perros fueron las mascotas más
populares, seguidas por los gatos. Además, muchos participantes reportaron tener
o haber tenido al mismo tiempo perros y gatos (aproximadamente el 30%). No hubo
diferencia significativa entre los integrantes del grupo violento y no violento
respecto de la tenencia de animales, ni respecto del tipo de mascota que poseen
o poseyeron.
La mayoría de los participantes expresaron haber tenido una
mascota especial (89.6%). Al ser cuestionados sobre las razones por las cuales
consideraron a sus mascotas especiales, el 48.1% señaló el compañerismo brindado
por su mascota. El 14.8% informó que la mascota es o fue especial porque fue
criada desde muy chica. El 8.6% reportó que “había querido mucho” a su mascota y
por eso era especial. El 7.4% explicó que la protección brindada por el animal
era la razón por la cual era considerada especial. Su belleza (6.2%) y su
inteligencia (3.7%) fueron otros motivos expresados por los participantes para
explicar porque consideraron especiales a sus mascotas. No hubo diferencia
significativa entre los integrantes del grupo violento y no violento respecto de
la consideración de una mascota como “especial”.
El 83.2% de los
participantes reportaron haber perdido a una mascota muy querida. El 59.1% de
estos reportaron que la pérdida fue “un poco difícil”, el 34.8% reportó que la
pérdida fue muy difícil y solamente el 6.1% dijo que fue fácil recuperarse a la
pérdida de la mascota querida. No hubo diferencia significativa entre los
integrantes del grupo violento y no violento respecto del grado de dificultad
sufrido por la pérdida de la mascota querida.
El 24.5% de los
participantes reportaron haber maltratado a animales. El 28.6% de los
participantes que cometieron estas crueldades, declararon haber golpeado,
pateado, apaleado al animal. El 14.3% informaron haber apedreado al animales y
otro 14.3% haberle disparado. Le sigue en popularidad haber quemado al animal
como tipo de maltrato (9.5%) y en el mismo lugar el haberlo empujado. Por
ultimo, negarle alimentos, refugio y cuidados básicos apareció en 4.8% de los
casos junto con haber atrapado al animal. Solamente 6.7% de los participantes
informaron haber organizado peleas de animales (peleas de perros, gallos, etc.).
El 43.8% de los participantes reportaron haber sido testigo de crueldades a
animales.
El atestiguamiento más común fue la golpiza o pateadura al
animal (43.6%). El 23.1% informo que había sido testigo de disparos contra
animales, el 15.4% declaró haber visto como quemaban a un animal y el 10% como
ahogaban o estrangulaban a un animal. Los maltratos menos populares fueron el
apuñalamiento y apedreamiento (2.6% cada uno). El 29.9% de los participantes
informaron haber asistido o presenciado peleas de animales (peleas de perros,
gallos, etc.).
Las víctimas más comunes resultaron ser los perros,
quienes fueron maltratados en el 53.7% de los casos. Siguiéndoles en popularidad
están los gatos, quienes fueron víctimas en el 24% de los casos. El 11.1% de los
casos comprendieron el maltrato de caballos y luego los animales domésticos
pequeños como tortugas (5.5%), pájaros (3.7%), conejos (1.85%) y los animales
salvajes (1.8%). Asimismo, varios participantes declararon haber atestiguado el
maltrato o maltratado a ambos gatos y perros (12.9% de los casos).
A fin de
analizar el vínculo entre la crueldad a los animales y otros tipos de violencia
interpersonal, se efectuó una prueba chi-cuadrado para determinar la existencia
de alguna asociación entre la comisión de actos de crueldad hacia animales
durante la infancia y adolescencia y la posterior comisión de delitos violentos
contra las personas
Los resultados indican que el 53.1% de los
participantes violentos reportaron haber maltratado a animales en su infancia o
adolescencia, mientras que solamente el 9.7% de los participantes no violentos
mencionaron haber cometido tales actos de crueldad. Por otro lado el 90.3% de
los participantes del grupo no violento reportaron nunca haber maltratado a un
animal, mientras que el 46.9% de los participantes violentos no cometieron
crueldades en animales (Tabla 1). Dicho de otra manera, el 73.9% de los
participantes que maltrataron animales durante su infancia o adolescencia
cometieron delitos violentos contra las personas, mientras que solamente el
21.1% de los individuos que nunca maltrataron animales incurrieron en este tipo
de delitos (Tabla 2).
Las diferencias entre estos porcentajes son
significativas (P<0.0001), demostrando la existencia de una asociación entre
el maltrato a animales y la comisión de delitos de índole violenta.
En
otras palabras, los individuos que cometieron crueldades a animales son más
propensos a cometer delitos violentos contra personas que los individuos que
nunca han maltratado animales. Los probabilidades de los individuos que
maltrataron animales de cometer delitos violentos son 10.58 veces mayores a las
probabilidades que tienen los individuos que nunca han maltratado animales
(calculo de razones de ventajas o “odds ratio”). Además, existe una diferencia
levemente significativa entre el hecho de haber organizado peleas de animales y
haber cometido luego delitos violentos. Esto es consistente con el resultado
anterior, puesto que la organización de este tipo de eventos puede ser
considerado como un tipo de crueldad a animales.
También se realizó la
prueba chi-cuadrado para determinar asociaciones entre los grupos “violento” y
“no violento” y el hecho de haber sido testigo de crueldades a los animales. Los
resultados indicaron que el 51.5% de los participantes violentos fueron testigos
de crueldades a animales durante su infancia y adolescencia y el 39.7% de los no
violentos fueron testigos de estas crueldades.
A pesar de haber una
diferencia aparente entre estos porcentajes, esta no es significativa (P=
0.267), demostrando que no existe asociación alguna entre el hecho de haber sido
testigo de crueldades a animales durante la infancia y/o adolescencia y la
posterior comisión de un delito violento. Sin embargo, al realizar la tabulación
cruzada entre el atestiguamiento de peleas de animales (generalmente perros y
gallos) y la comisión de algún delito violento, se halló que el 47.8% de los
integrantes del grupo violento fueron testigos de estas peleas, mientras que
solamente el 22.2% de los integrantes del grupo no violento presenciaron las
mismas.
Esta diferencia es significativa (P=0.025) indicando la
existencia de una asociación entre el hecho de presenciar peleas de animales y
cometer un delito violento. En otras palabras, y según lo indicado por el
calculo de razones de ventajas (odds ratio), los participantes que fueron
testigos de peleas entre animales tienen el triple de probabilidades de cometer
delitos violentos contra las personas que los que nunca han maltratado a un
animal. Esto significa que no solamente a comisión de crueldades a animales sino
también la exposición (como testigo) a la crueldad hacia animales podría
influenciar en el posterior desarrollo de violencias contra las personas.
Por último, es necesario destacar que la única asociación
estadísticamente significativa encontrada entre las variables analizadas fue la
que existe entre la comisión de crueldades a animales durante la infancia y
adolescencia y la posterior violencia perpetrada contra un ser humano (comisión
de delitos “violentos”). Se analizaron otras posibles asociaciones cuyos
resultados no incluimos por no haber sido significativos. Por ejemplo, se
analizó la relación entre la tenencia de mascotas, la consideración de una
mascota como especial y el grado de dificultad sufrido al perder un animal
querido con el hecho de haber maltratado o no a un animal.
Esto se hizo
a fin de determinar si la capacidad de empatizar (tener una mascota,
considerarla especial o sufrir su perdida) con los animales esta relacionado de
alguna manera con el trato que se les da a los mismos. El análisis de los
resultados indicó que no hubo ninguna diferencia entre el porcentaje de
participantes que maltrataron animales y tuvieron o tienen mascotas,
consideraron a alguna mascota como especial y sufrieron la perdida de alguna
mascota querida y el porcentaje de los participantes que nunca maltrataron a un
animal y tuvieron o tienen mascotas, consideraron a alguna como especial y
sufrieron la perdida de alguna mascota querida.
3.2.2. Entrevistas a
especialistas en violencia familiar
De las entrevistas realizadas se
extrajeron los siguientes resultados:
Todos los entrevistados
reportaron la existencia de maltratos a mascotas en casos de violencia familiar.
Al ser cuestionados acerca de la frecuencia de los maltratos a animales, la
mayoría de los especialistas reportaron que la crueldad hacia las mascotas
aparece con alta frecuencia en los casos de violencia doméstica. Los
participantes que contestaron lo contrario aclararon que la violencia hacia sus
mascotas “no es algo que se pregunta específicamente a las víctimas de violencia
familiar y la persona lo reporta solo voluntariamente. Generalmente están tan
absorbidas en sus problemas que no suelen hablar de otra cosa que de ellas
mismas. Por lo tanto, la crueldad a los animales en los casos de violencia
familiar probablemente sea mucho más común de lo que se reporta.”
En
estos casos de violencia doméstica, la persona que maltrata a la mascota es el
mismo que maltrata a los demás miembros de la familia. El ofensor generalmente
comienza con abusos verbales hacia miembros de la familia, continúa arrojando o
golpeando objetos, su nivel de violencia escala al maltratar a la mascota del
hogar y termina por cometer actos de violencia contra su esposa/o y/o hijos. Hay
veces en que el ofensor no llega a maltratar físicamente a miembros de la
familia pero lo hace de forma psicológica al maltratar a la mascota. Sin
embargo, con el paso del tiempo, es muy probable que estas amenazas psicológicas
se conviertan en violencia físicas hacia algún miembro de la familia.
Por lo tanto, el ofensor maltrata a la mascota como un instrumento para
hacer sufrir a su familia, como una manifestación de poder sobre la familia,
como una amenaza sobre lo que es capaz de hacer o simplemente como un objeto más
en su manifestación agresiva. Lo que es importante aquí, según lo que
manifestaron los participantes, es que el maltrato a un ser vivo (la mascota)
manifiesta una violencia mucho más grave o elevada que cualquier violencia
verbal o golpes a objetos inanimados e indica que el sujeto es capaz de agredir
físicamente a los miembros de la familia. Es como si se hubiera pasado una
barrera una vez maltratado el animal, existen menos inhibiciones en lastimar a
seres humanos. En otras palabras, el maltrato a los animales “socializa” al
agresor con la violencia, haciéndolo más propenso a aprobar y realizar actos de
crueldad hacia las personas.
Asimismo, algunos participantes
manifestaron que hay veces en que el que maltrata a la mascota no es el mismo
generador de la violencia en el hogar, sino los niños víctimas o testigos de
esta violencia. El maltrato por parte de los padres aumenta la agresividad en el
hijo porque los padres se convierten en un objeto agresivo de identificación y
un modelo para aprender comportamientos agresivos. Por lo tanto, el niño aprende
la conducta agresiva y la manifiesta sobre los seres inferiores a el, o sea, la
mascota. Además, el niño que es tratado como un enemigo de los padres esta
capacitado para considerarse como un ser malo y proyectar su malicia sobre
otros.
Asimismo, los maltratos a los animales por parte de los niños en
un contexto de violencia doméstica podrían ser considerados como un vehículo
para controlar y infringir dolor y como una dislocación de hostilidad. La
dislocación es la transferencia de deseos desde su objeto o persona original. De
esta manera, la crueldad a los animales en estos chicos podría ser el resultado
de sentimientos agresivos u hostiles hacia el generador de la violencia en su
hogar.
En síntesis, de las entrevistas resulta que el maltrato a los
animales esta presente en los casos de violencia familiar. Aun más, este
maltrato podría ser considerado como un predictor de la violencia hacia algún
miembro de la familia debido a que “socializa al agresor con la violencia” y lo
desinhibe de agredir físicamente a un ser vivo. Asimismo, el maltrato a los
animales por parte de niños, debe ser considerado seriamente puesto que es un
aviso sobre la existencia de un contexto familiar de violencia.
4.
Discusión y conclusiones
De la primera investigación obtuvimos
información acerca de los casos de crueldad hacia los animales. Sabemos que las
víctimas más comunes de maltrato son los animales de compañía o mascotas. Los
perros (66%) fueron por lejos los más propensos a recibir malos tratos, seguidos
por los gatos. En cuanto al tipo de crueldad, los maltratos directos e
indirectos aparecieron con frecuencias muy similares. Estos datos podrían ser de
gran utilidad al momento de desarrollar estrategias de prevención y castigo de
la violencia hacia los animales.
En efecto, es importante difundir esta
información a fin de que los miembros de la sociedad sepan que actos son
inadmisibles y que en consecuencia conozcan su derecho a denunciar estas
aberraciones. Asimismo, deben tenerse en cuenta a la hora de crear leyes
protectoras a fin de determinar claramente las conductas a penar y sus
consecuencias.
Los resultados obtenidos en esta primera investigación
coinciden con los de otros estudios respecto de los animales víctimas de
maltratos, en especial por considerar a los animales de compañía como los
maltratados con mayor frecuencia y dentro de estos, a los perros como víctimas
mucho más comunes que los gatos. Sin embargo, el estudio no encontró relación
alguna entre el maltrato a los animales y el sexo del ofensor. Otros estudios
han caracterizado a los hombres como el sexo más propenso a cometer crueldades
hacia animales.
Nuestros resultados parecieron indicar la misma
tendencia, pero las diferencias resultaron estadísticamente insignificativas.
Esto pudo haber sido debido a la cantidad de denuncias en las que se omitió el
sexo del ofensor, por lo que se aconseja no tomar nuestro resultado en forma tan
precisa. Además del sexo, muchas otras características faltaron en los casos
analizados, por lo cual, fue imposible caracterizar al agresor.
Se
aconseja en el futuro crear formularios de denuncia que requieran más
información sobre los autores de crueldades, a fin de poder terminar un “perfil”
del abusador. La determinación de estas características podría ser de esencial
importancia en la creación de estrategias de tratamiento y prevención del
maltrato a los animales.
Los resultados de la segunda investigación
apoyan la hipótesis de la existencia de un vínculo entre la crueldad a los
animales y otros tipos de violencia interpersonal. En este sentido, se encontró
que el 53.1% de los participantes que cometieron delitos violentos contra las
personas reportaron haber maltratado animales durante su infancia y
adolescencia, mientras que solamente el 9.7% de los participantes no violentos
reportaron haber cometido este tipo de crueldad.
Del análisis
estadístico de estos datos surge que esta diferencia es significativa y que por
lo tanto existe una asociación entre la comisión de crueldades a animales
durante la infancia y adolescencia y la posterior comisión de delitos contra las
personas. Dicho de otra manera, los individuos que cometieron crueldades a
animales son más propensos a cometer delitos violentos contra las personas que
los individuos que nunca han maltratado animales. Los probabilidades de los
individuos que maltrataron animales de cometer delitos violentos son 10.58 veces
las probabilidades que tienen los individuos que nunca han maltratado animales.
Asimismo, se hallo una asociación significativa entre el hecho de haber
sido testigo de peleas entre animales y la comisión de delitos violentos. En
este sentido, se encontró que los individuos testigos de peleas de animales
tienen el triple de probabilidades de cometer delitos violentos contra las
personas que los que nunca presenciado este tipo de “espectáculos”, lo que
podría implicar que la exposición a la crueldad hacia animales también influye
en la posterior manifestación de violencia contra personas por parte del sujeto
testigo.
Es importante señalar las limitaciones de esta investigación.
En primer lugar, se trata de un estudio retrospectivo, en el cual se pide
información a un grupo de individuos adultos sobre experiencias ocurridas
durante su infancia y adolescencia. Esto presenta problemas relacionadas con
fallas de memoria y reticencia a contar o recordar memorias dolorosas como puede
ser el maltrato a algún animal. Además, el ocultamiento de la verdad se facilita
por la forma de la encuesta (la respuesta se completa en un cuestionario vs.
entrevista personal con otra persona). Por lo tanto, es lícito suponer que la
cantidad de sujetos que maltrataron animales es mayor que el reportado.
Asimismo, es posible que según las experiencias y educación de cada
sujeto particular, estos tengan distintos criterios para clasificar sus actos
como “crueles”. Esto es lo que puede haber pasado respecto de la consideración
de la omisión de alimentos y cuidados (definido como maltrato indirecto en la
primera investigación) como maltrato. Los resultados de las encuestas revelan
que la omisión en la provisión de alimentos y cuidados es un tipo de crueldad
que aparece con mucha menor frecuencia (4.8%) que lo hallado en la primera
investigación (51,5%). Sin embargo, es posible que muchos sujetos no consideren
esto como un maltrato y por lo tanto, hayan decidido no reportarlo. He aquí la
diferencia en los resultados.
Al ser esta investigación retrospectiva no
es posible trazar relaciones de causalidad entre las asociaciones hechas. Es
imposible saber si el maltrato a los animales es el determinante de la posterior
comisión de delitos violentos por parte del sujeto, o si este maltrato fue una
manifestación de una personalidad agresiva que en la adultez iba a expresarse
contra seres humanos, pero obviamente existe entre estas variables una relación
compleja y peligrosa. En todo caso, el estudio muestra que el maltrato a los
animales es un factor de riesgo en la posterior manifestación de violencia
interpersonal por parte del sujeto.
Por otra parte, los resultados de
las entrevistas a los especialistas en violencia doméstica también apoyan la
existencia de un vínculo entre la crueldad a los animales y la violencia
interpersonal. Estos manifestaron que el maltrato a la mascota podría ser
considerado como un predictor de la violencia hacia algún miembro de la familia
debido a que “socializa al agresor con la violencia” y lo desinhibe de agredir
físicamente a un ser vivo. Asimismo, el maltrato a los animales por parte de
niños, debe ser considerado seriamente puesto que es un aviso sobre la
existencia de un contexto familiar de violencia.
Estas entrevistas
cuentan con la desventaja de no ser un estudio cuantitativo del que se pueda
obtener resultados estadísticos exactos. Sin embargo, se trata de una
investigación cualitativa que brinda resultados preliminares sobre el tema
estudiado. Estos, analizados junto a los obtenidos por las encuestas en las
cárceles (estudio cuantitativo) son un fuerte indicio de que el maltrato a los
animales es un problema social de grandes dimensiones.
Este estudio ha
demostrado las implicancias del maltrato a los animales sobre la sociedad como
tal. La existencia de un vínculo entre la crueldad a los animales y otros tipos
de violencia requiere la colaboración activa entre organizaciones protectoras de
animales, psicólogos, médicos, psiquiatras, veterinarios, asociaciones
protectoras de víctimas de violencia familiar y el sistema judicial a fin de
implementar un tratamiento eficaz. En última instancia, el tratamiento de este
problema, además de frenar la injusticia que acarrea sobre las víctimas de este
maltrato, constituirá una herramienta esencial en la prevención de otros tipos
de violencia en nuestra sociedad.
Preparado por:
Maria
Vaca-Guzman
MS en Animales y Políticas Publicas, 03’
Tufts University
School of Veterinary Medicine
Abogada, 99’
Universidad Católica
Argentina
Mayo de 2004